jueves, 18 de octubre de 2012

Un arroyo... para ir a fregar los platos, charlar, jugar, observar, meditar...


Ya no tenemos arroyos ni ríos para disfrutarlos como antes. O eso me dice mi experiencia vital en este territorio geográfico hermoso todavía en el que vivo (el sur de Europa, el norte de África...). Aunque quedan joyas a las que desde luego no se me ocurriría ir a fregar los platos. Al menos no con un “friegaplatos” cualquiera.


Y si fregar los platos era una de mis actividades favoritas -siempre lo ha sido- desde que estoy ¡por fin! y aunque sea a pequeña escala*- encauzando los flujos de agua hacia sitios donde hacen falta, en la propia finca -escala microlocal- y en tiempo real, lo estoy disfrutando como nunca. Evitando así el desperdicio que supone verter aguas grises directamente a la fosa séptica donde se mezclan con aguas negras.

*Es a pequeña escala, es a la escala que yo controlo, sobre la que tengo competencias...

(Fotos de arriba: el antes y el "de momento").

Fregando en un par de barreños (que además pongo a calentar al sol desde por la mañana temprano) se ahorra agua tremendamente y la loza, la cubertería, la cristalería, los útiles de cocina... quedan relucientes y limpios. Por otra parte fregamos con jabón de tipo “ecológico” o jabón de platos convencional rebajado con vinagre (al parecer así es más fácilmente biodegradable).

(Arriba: El arroyo visto desde "aguas abajo", 
el trazado zigzagueante le da mayor recorrido al agua entre las piedras).

Adelanto unas fotos del arroyo, que acaba de nacer y aún está en desarrollo, en observación, en evaluación y valoración, con pequeñas modificaciones de diseño y ejecución... Y que es un atractivo singular para quienes nos visitan ¡y la propia familia!

(Arriba: adelfa -esqueje- y taraje -trasplantado-, en pruebas de agarre y vecindad temporal...)

El proceso, sus detalles, los retos, los aprendizajes... De momento lo dejo para otro día, con calma. SLOW, SLOW. ;-)  

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