miércoles, 11 de abril de 2012

Riego con chumberas, gestión del agua natural

Tras una visita a la finca de Lale y Trigo (La Paternilla, Vejer de la Frontera, SW Spain) algo se me removió por dentro. Muchas cosas, pero una de ellas tan fuerte que no he podido parar hasta conseguirlo.

Lale y Trigo llevan 12 años en su finca obervando e interactuando con la naturaleza para generar beneficios mutuos. Sorprende cómo se puede mantener el huerto, el vergel, toda la flora de su lugar (antes eran campos de monocultivo de cereales) sin regar. ¡Sin regar!

Hacen una gestión del agua del subsuelo laboreando el suelo en la época de lluvias y acolchándolo en la época seca (la mayor parte del año por aquí abajo, al sur del norte). Creo que manejan magistralmente las teorías de vasos comunicantes y de la capilaridad del agua ¡integradas en la escala de la cuenca hidrográfica en que viven!

Y un truquito maravilloso. En primavera entierran palas de chumberas (tunas) para que vayan soltando su agua a lo largo de la estación seca. Una forma fantástica de gestionar y controlar las chumberas, obtener riego natural para el huerto e incluso reciclar in situ materia orgánica vegetal.

Así que les he copiado el sistema en la aldeilla de Las Tres Palmeras, para aprender y ver qué sucede, colocándolas en un bancal del huerto mandala.

Despúes de la cosecha (recogiendo sólo unas pocas palas por ejemplar, en chumberas cercanas, ubicadas fuera de carreteras transitadas y linderos privados), limpiamos las palas frotándolas cuidadosamente contra un suelo duro y rugoso. Algunas pinchas no obstante acaban en las manos, pero no es demasiado incómodo (las saca el cuerpo o las sacas tú mismo). Hay que tener un poco de cuidado con la cara eso sí.

Colocamos las palas para ver qué área pueden cubrir. La densidad de inserción la definiría como alta, tratando de cubrir casi todo el bancal. Hemos cosechado bastantes palas (unas 50 de distintos tamaños y plantas) y la verdad es que menos mal, porque han servido para cubrir densamente toda la zona que pretendía.
Nos hemos quedado tres o cuatro (procedentes de distintos ejemplares de edades diferentes) para ver si arraigan y crecen (acumulando para el futuro).

Coloco las palas en hileras que cubren todo el lomo del huerto mandala. En este caso el experimento se hace en el lomo del lado de poniente, que ya estaba labrado y acolchado. Hubiera sido deseable y mucho más cómodo haber incorporado las palas antes, cuando su construcción, pero como aún no está sembrado, ha sido un "mal menor".

Así van quedando las palas de chumbera enterradas, más o menos a 30 ó 50 cm. de la superficie (según zona y momento, he ido aprendiendo conforme lo hacía).
He colocado una alta densidad de palas, quizá por miedo a quedarme corto peviendo la sequía que según todas las fuentes opinantes tendremos este verano. También pienso que las palas debería haberlas colocado antes, puesto que no sé exactamente el tiempo que pueden emplear en empezar a liberar agua y durante cuánto tiempo lo harán.

Al finalizar volvemos a colocar el acolchado para no dejar el suelo expuesto al solano de primavera (que ya va siendo severo).
El rubio pequeñín es mi ayudante ilusionante... Y la fotógrafa otra ayudante ilusionante ;-)


Ya os contaremos...

Gracias a Trigo y Lale (www.artesaniadelcuero.com) por abrir las puertas de su finca, a Antonio Navarrete y Carmen Ramírez (UCA) por ponerlos en mi vida hace ya varios años, a Joanna (Casa Gaia) y las buenas gentes de Ecoherencia por promover el encuentro de trabajo con esta pareja de artesanos del cuero y de la vida, dentro del curso de Diseño en Permacultura.

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