Adapto un texto enviado por un amigo, cuyo fondo
suscribo y respeto (insisto en que la idea original no es mía), pero que he
revisado y adaptado a mi forma de ver y de pensar…
Se calcula que
cada niño o niña tarda 5 años en aprender a leer como media. Según el informe
sobre Desarrollo Humano de la ONU, en esta parte del mundo se necesitan como
mínimo 20 litros por persona por día para vivir, aunque el gasto real supera
con creces este mínimo necesario en unas partes del Mundo y en otras apenas
llega.
La media
española está en 150 litros de agua por persona y día, 5 como media en Etiopía,
y 600 en lugares de derroche extremo habitual como California. El mínimo que
marca la ONU se considera un derecho humano.
Según estos
datos, cada niño o niña necesita 36.500 litros de agua para alcanzar la edad en
la que habría podido aprender a leer. Sin esta “cantidad de agua” no lo podrá
conseguir.
A estos litros
habría que sumar el gasto mínimo necesario de docentes, padres, madres, etc. y
de mantenimiento que requiere un mínimo sistema público, familiar y/o
comunitario de educación, que no existe en muchas partes del mundo. Más el
necesario para fabricar materiales, libros y/o cuadernos de escritura y para
cultivar o regar los árboles de los que saldrá la masa de papel.
Existe además
la vergüenza mundial de millones de niñas que jamás podrán aprender a leer y
escribir, y que nunca serán mujeres emancipadas y libres porque la función a la
que la sociedad les obliga es acarrear agua cada día, a veces durante 15 km,
con peligro incluso de su vida. En el peor de los casos el agua conseguida ni
siquiera es “potable”.
Sin agua, no
hay aprendizaje, no hay educación... Así que la pregunta inicial que planteamos
puede llevarnos a otra:
¿Vamos a derrochar una sola gota de agua más?
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